Pedagogías del Sur: Rethinking Research

Pedagogías del Sur: Forschung überdenken | Pedagogías del Sur: Repensar la investigación

 

Abstract: Pedagogías del Sur: Here I present four discussion topics in the field of research in teaching history. These are the hierarchic historiography-teaching relation; the definition of the epistemology of historical knowledge in schools; the centrality of the behaviorist subject; and cognitive imperialism. The aim of discussing these matters is to recover the political dimension in our field of research. My context for discussion is Latin America, but perhaps my reflections can be applied to other latitudes.
DOI: dx.doi.org/10.1515/phw-2016-7699.
Languages: Español, English, Deutsch


Pedagogías del Sur: Presento aquí cuatro cuestiones para discutir sobre el campo de la investigación en enseñanza de la historia. Estas son la relación jerárquica historiografía-enseñanza; la definición de la epistemología del conocimiento histórico escolar; la centralidad del sujeto conductista; y el imperialismo cognitivo. Debatir estos asuntos tiene la finalidad de recuperar la dimensión de lo político en nuestro campo de investigación. Mi contexto de discusión es el latinoamericano, pero quizá mis reflexiones puedan extenderse a otras latitudes.[1]

Decontruir el centro

La enseñanza de la historia, en cuanto campo de investigación surgido en Occidente, se estructura a partir de un Centro, Inamovible y Verdadero.[2] El centro es la historiografía, por lo que, de entrada, quienes enseñan o investigan en enseñanza de la historia, se ubican a sí mismos en un lugar marginal, en especial aquellos que estudiaron la carrera de historia. Su función es llevar la ciencia histórica al resto de la población, siempre en un lugar subordinado en relación a la ciencia histórica. Por eso, muchas construcciones didácticas o de investigación, como el pensar históricamente aseveran ser el pensamiento experto o por lo menos emerger del trabajo especializado, pero no son más que creaciones marginales de un centro percibido como inamovible. Pero el problema no sólo es creer que se actúa según el centro o la propia angustia de saberse marginal, sino la necesidad de un centro. En enseñanza de la historia el problema es lo educativo y la lógica rizomática que produce, no la historia y su transposición didáctica.[3]

La investigación para mí, no debe imponer ninguna oposición binaria por las dimensiones políticas que implica su lógica de exclusión. Por eso deberíamos focalizarnos en la dimensión educativa de los usos públicos de la historia, no en el quehacer historiográfico. Quedarse o no en la lógica binaria es una decisión política, no científica. Si nos quedamos decidimos reproducir las viejas exclusiones, si nos movemos aproximamos la investigación a la enseñanza ya que, siguiendo a Freire, si lo relevante es lo educativo de la historia, no podemos eludir su dimensión política.

Epistemología de la historia enseñada

La historia en la escuela es un uso público de la historia. El término público es complejo e imposible abordarlo aquí. En términos llanos, siguiendo la oposición binaria occidental,[4] son todas las formas de producir significados sobre el pasado que no son la historiografía profesional. Por eso, lo importante es que cuando hablamos de la historia en la escuela como un uso público del pasado abandonemos la lógica binaria y tratemos de comprenderla como forma particular de producción de conocimiento histórico.

Es decir, no es la historia profesional convertida en pública, sino que es otra forma de conocimiento histórico, dueño de una función social, unos contenidos, un conjunto de habilidades y una producción situada – la cultura escolar – que la hace distinta a la historiografía. No estoy negando el valor de la historia profesional y sacándola de la escuela, sino que tomo en cuenta que el nacimiento de la historiografía moderna y de los sistemas educativos nacionales en el siglo XIX tuvieron una procedencia semejante, pero la historicidad de cada uno los llevó por caminos muy diferentes.[5] A modo de ejemplo, la pobreza es en determinadas condiciones contenido histórico, pues se imbrica con ladeo historiografía y el conocimiento histórico escolar para producir significados sobre el pasado.

Descentrar al sujeto

La gran mayoría de la didáctica parte de una idea de sujeto universal. Este sujeto es básicamente el esbozado por el conductismo y sus derivaciones cognitivistas, cuyas características pueden ser desglosadas en una serie de operaciones mentales y conductas identificables. Esto implica dos posicionamientos políticos muy importantes.

El primero es que el conductismo armoniza con los indicadores de la racionalidad instrumental de los exámenes masivos, por lo que se convierte en instrumento de evaluación que niega, de facto, la diversidad epistemológica y la variedad de usos de la historia para construir subjetividades. Así, el sujeto universal responde más a las políticas educativas globales que a lo educativo de las historias.

El segundo posicionamiento puede parafrasearse de lo que la teoría decolonial define como modernidad/colonialidad,[6] por lo que el conductismo se basa en la siguiente fórmula; sujeto conductista universal/sujeto cultural local. Por tanto, urge des-psicologizar la enseñanza de la historia y en general la educación,[7] no solo como problema metodológico y didáctico, sino sobre todo como asunto político.

Descentrar los saberes

Hay también que descentrar nuestra práctica de investigación. De nuevo aquí el pensamiento decolonial es muy útil pues nos permite observar el problema en dos dimensiones.
La primera es reconocer cómo de la mano del imperialismo europeo del siglo XIX se renovó la dominación epistemológica. La ciencia fue fundamental en este proceso y dentro de ellas la historia, que vino a América y fue con cinismo a otras partes del mundo a contar la historia de los pueblos que se nombraron pueblos sin historia. Por esto, tenemos que descentrar la geopolítica del conocimiento y establecer un diálogo horizontal que de reconocimiento mutuo. La segunda dimensión es cómo esta ciencia histórica negó otras formas complejas de conocer, narrar e interpretar el pasado.

Para evitarlo hay que valorar desde la diferencia el conocimiento historiográfico y otras formas de pensar y así establecer un diálogo en igualdad de condiciones. Llevarlo a cabo, exige reubicar a la investigación en enseñanza de la historia dentro de las humanidades y no en la ciencia y su lógica de exclusión, pues son la filosofía, la pedagogía, la historia, la literatura, el arte, el psicoanálisis y los saberes culturales diversos, los que nos permitirán pensar nuestro quehacer desde la dimensión teórico y política, y por tanto ética, de la historia pública.[8]
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Bibliografía

  • Chatwin, Bruce. Los trazos de la canción. Barcelona 1998.
  • Plá, Sebastián / Pagés Joan (Hrsg.): La investigación en enseñanza de la historia en América Latina, México 2014.
  • Walsh, Catherine E. / Constanza del Pilar Cuevas Marín: Pedagogías decoloniales: prácticas insurgentes de resistir, (re)existir y (re)vivir. Quito 2013.

Vínculos externos

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[1] Presento aquí una síntesis muy apretada de las cuatro cuestiones que guían mis prácticas docente y de investigación. Debo la sistematización de mis ideas a la invitación que me hizo la Asociación de Profesores/as de Enseñanza de la Historia de Universidades Nacionales (APEHUN) para presentarlas en sus XVI Jornadas Nacionales y V Jornadas Internacionales de Enseñanza de la Historia, que se realizaron los días 7, 8 y 9 de septiembre de 2016 en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.
[2] Derrida, Jacques. 1989. “La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas”. La escritura y la diferencia. Barcelona: Editorial Anthropos.[3] Esta posición puede considerarse representada por el grupo Nexos, parte importante de la reforma de 1992, aunque su posicionamiento es mucho más complejo que el que expongo aquí. En julio de 2015 publicaron un número de su revista dedicado al tema: http://www.nexos.com.mx/?p=25457 (último acceso 30.4.2016).
[3] Deleuze, Gilles, and Félix Guattari. 2015. “Introducción: rizoma”. Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pre-Textos.
[4] Para Ludmila Jordanova, el uso público de la historia es un paraguas general que permite ordenar todas interpretación del pasado que se encuentra por fuera de la historiografía profesional. Jordanova, L. 2000. History in practice. London: Arnold.
[5] Raimundo Cuesta explica cómo la historia escolar y la historiografía profesional tomaron caminos muy distintos en España. Incluso la historia escolar antecedió a la profesionalización de los historiadores (Cuesta, 1997). Esta situación puede extenderse, con sus variaciones, a buena parte de los países latinoamericanos nacidos en el siglo XIX. Cuesta Fernández, Raimundo. 1997. Sociogénesis de una disciplina escolar: la historia. Barcelona: Pomares-Corredor.
[6] “La colonialidad es inmanente a la modernidad, es decir, la colonialidad es articulada como la exterioridad constitutiva de la modernidad. Así, las condiciones de emergencia, existencia y transformación de la modernidad están indisolublemente ligadas a la colonialidad como su exterioridad constitutiva”. Es también “un patrón de poder que opera a través de la naturalización de jerarquías territoriales, raciales, culturales y epistémicas, posibilitando la re-producción de relaciones de dominación” (Restrepo y Rivas, 2010; 16-17). Al llevarlo al sujeto universal, lo que estoy afirmando es que el conductismo sostiene un sujeto universal siempre y cuando exista uno inferior, cultural y local. Restrepo, Eduardo y Axel Rojas. 2010. Inflexión decolonial: fuentes, conceptos y cuestionamientos. [Bogotá]: Instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar, Maestría en Estudios Culturales, Universidad Javeriana.
[7] Cuando hablo de des-psicologizar la educación no me refiero a abandonar los importantes aportes que hace esta disciplina a la educación, sino a su operacionalismo conductista que tiende a reducir el quehacer educativo en una noción de aprendizaje observable y mensurable. Debo esta distinción a los comentarios de Beatriz Aisenberg sobre mi trabajo.
[8] Insisto que hay que buscar un diálogo entre saberes, por eso no hay que renunciar a la sociología, la antropología, la teoría política y la psicología en la enseñanza de la historia, pero hay que verlas y usarlas desde las humanidades.

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Créditos de imagen

© América invertida, Joaquín Torres García, 1943, wikimedia commons (último acceso 14.11.2016).

Citar como

Plà, Sebastiàn: Pedagogías del Sur: Repensar la investigación. In: Public History Weekly 4 (2016) 38, DOI: dx.doi.org/10.1515/phw-2016-7699.

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Categories: 4 (2016) 38
DOI: dx.doi.org/10.1515/phw-2016-7699

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