Tras décadas de esfuerzos por recuperar y difundir la memoria para garantizar la no repetición, la sociedad chilena experimentó nuevamente la represión estatal durante el estallido social de octubre de 2019. En su contribución, la historiadora Nancy Nicholls Lopeandía reflexiona sobre los límites del trabajo de la memoria y sugiere que el conocimiento histórico debe ir más allá, conectar el pasado con el presente y ser un catalizador para la acción.

Las cifras y el trabajo de memoria en transición

Los informes de verdad realizados en la transición a la democracia en Chile, establecen que el Estado dictatorial (1973-1990) violó sistemáticamente los derechos humanos de miles de personas. A más de 30 años del fin de la dictadura y en el marco de una movilización social sin precedentes en la historia reciente del país, que tuvo lugar entre octubre del 2019 y febrero del 2020, el Estado violó nuevamente los derechos humanos de cientos de personas. ¿Qué ha pasado?, ¿qué y cuánto hemos aprendido de nuestro pasado de horror que nos fracturó como sociedad?

De acuerdo a los informes de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación y de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, el gobierno dictatorial de Pinochet hizo desaparecer o ejecutó a 3.216 personas y encarceló y torturó a 38.254[1].

Uno de los desafíos más complejos de los gobiernos de la transición democrática fue abordar la problemática de los derechos humanos. El recorrido que el Estado hizo no estuvo exento de escollos y de la gran tentación por sepultar la memoria de lo ocurrido en pos de un futuro basado en una pretendida unidad de la ciudadanía. Primó, no obstante, y en ello fueron fundamentales las acciones de la sociedad civil, la decisión de hacer frente al pasado que nos dividía como sociedad y que permanecía como una herida lacerante para miles de chilenas y chilenos.[2]  La memoria de los cruentos años de represión estatal salió a la luz pública, cada vez con más fuerza, alimentando una narrativa que con el tiempo se convirtió en hegemónica y que reconocía la multitud de crímenes que los agentes estatales habían cometido bajo el gobierno de Pinochet. Tanto el Estado transicional como las organizaciones de derechos humanos y las agrupaciones de víctimas y sus familiares, que habían actuado como verdaderos ‘emprendedores de memoria’[3] en dictadura, fueron fundamentales para que el país se fuese enfrentando a una dolorosa realidad histórica, elaborando poco a poco su pasado.

2019: lo que no debiera haber ocurrido

Es evidente que la fractura provocada por el golpe de Estado y los años de dictadura no se repara en el tiempo corto, es cierto además que la valoración de los derechos humanos implica un proceso de toma de conciencia y de enseñanza a través del tiempo que puede también extenderse. Sin embargo, resulta preocupante que luego de más tres décadas del fin de la dictadura volvamos a enfrentar una dura realidad de violación a los derechos humanos. Podría pensarse que tanto las expresiones de memoria como el conocimiento histórico elaborado sobre lo sucedido en Chile, serían garantía para que no volvieran a ocurrir crímenes de este tipo. Pero es evidente que ello no ha sido suficiente. ¿Qué ha fallado? Y, ¿qué pueden aportar la historia y la memoria a este estado de cosas actual?

Es indudable que la responsabilidad por las recientes violaciones a los derechos humanos recae en el Estado, cuyas fuerzas policiales requieren desde hace años una reforma profunda que modifique sustancialmente su proceder en las manifestaciones y movilizaciones protagonizadas por la sociedad civil, ello sin entrar en el espinudo tema de las responsabilidades políticas del gobierno actual. No obstante, quisiera extender la problemática y llevarla a la pregunta de cómo hemos elaborado nuestro pasado traumático como sociedad y qué hemos aprendido de él. Y en este sentido, si bien conocemos lo ocurrido y lo condenamos, no hemos dado el salto que permita que ese pasado sea el lente a través del cual observamos y evaluamos los desafíos actuales en materia de derechos humanos.

La demonización del otro

Un nudo problemático que se ha venido instalando con fuerza en nuestro presente es la condena del otro, que en ciertos casos llega a la demonización. Esta afecta al mapuche, al anarquista, a las identidades sexualmente disidentes, al policía, al mestizo, al negro, y podríamos seguir engrosando la lista. Se trata de un tema complejo, ya que en él inciden múltiples factores, algunos de orígenes muy antiguos que pueden remontarse al origen de la república, y otros que se han ido generando, o bien agudizando, en las últimas décadas. El estallido social de octubre del 2019 dejó en evidencia no sólo las agudas problemáticas sociales y económicas de la gran mayoría de chilenas y chilenos y el hastío hacia la inercia y corrupción de las élites que detentan el poder político y económico, sino también el racismo y el clasismo que han permeado las relaciones sociales y que han causado resentimiento, rabia y una sensación de injusticia generalizada. La sociedad dialoga poco, y se constituye más que como unidad en la diferencia, como un abanico de diferencias antagónicas que no se encuentran y que peligrosamente se conciben como enemigas.

¿Pueden la historia y la memoria contribuir a desatar el nudo problemático?

¿Tienen la historia y la memoria un rol en dicho estado de cosas? ¿Pueden incidir en el presente? Una de las funciones que se ha otorgado tradicionalmente a la historia es la de instruir al presente a través de las experiencias del pasado, de modo que los actores de la actualidad no repitan los errores de antaño. No obstante, no basta con conocer la historia; no existe una operación automática que traduzca el conocimiento histórico en capacidad de acción consciente de los errores ya cometidos en el continuo de la historia, de modo de no repetirlos. Por lo tanto, creo que una de las funciones de la historia que vale la pena considerar a propósito de esta reflexión, es la de generar una conciencia histórica que “… nos ayuda a darnos cuenta de que el presente no es algo dado (…) no es sino fruto de un proceso histórico inconcluso”[4].

Podríamos entonces reflexionar sobre qué nos aportaría al presente el conocimiento de la sistemática violación a los derechos humanos ocurrida bajo la dictadura de Pinochet y de qué modo podemos incidir en aquél. En el pensamiento de los militares en el poder, los militantes de izquierda, particularmente los declarados marxistas, eran considerados ‘enemigos de la patria’, siguiendo los postulados de la Doctrina de Seguridad Nacional. Expresiones como el ‘cáncer marxista’ o ‘humanoides’ con las cuales los miembros de la junta militar se referían a ellos, demuestra la deshumanización de que fueron objeto. Una vez deshumanizados, no había reparos para eliminarlos, con el resultado de muertes, desapariciones, torturas y otras formas represivas aberrantes que hoy se conocen.

Me interesa resaltar, que la construcción del otro como un enemigo no nació de la noche a la mañana, es decir no nació el 11 de septiembre de 1973 con el golpe de Estado, sino que fue un proceso de más larga duración, en el que participaron actores y cuerpos de ideas fundantes, y que se dio en un contexto internacional y nacional determinado. Ese pasado, que contrariamente a lo que dice el saber popular, no se repite, nos da pistas para leer nuestro presente e incluirlo en un recorrido histórico de más largo aliento; nos indica que la acción de construir un ‘otro’ como potencial enemigo, llevó al Estado a traspasar los límites éticos, cometiendo actos aberrantes en nombre de un bien común superior. Que nada de esto era inevitable, y que por el contrario las decisiones que tomaron los actores protagónicos de la dictadura—militares y colaboradores civiles—pero también los defensores de los derechos humanos y quienes actuaron en la resistencia, fueron fundamentales en el curso que tomaron los acontecimientos. Y finalmente, que los testigos pasivos también fueron influyentes con su decisión de ‘hacer la vista gorda’ frente a la violación de los derechos humanos. Como señala Hobsbawm, la aproximación crítica a la historia permite, entre otras cosas, entender “lo que los seres humanos pueden y no pueden hacer” así como “comprender las posibilidades que hay dentro de las personas”[5]. Esto aplica tanto para los eventos del pasado como para los del presente y el futuro.

La memoria por su parte, contribuye a mantener el pasado vivo ante el riesgo constante de su desaparición. No obstante, siguiendo a Todorov, creo que en Chile hemos hecho un uso más bien ‘literal’ y no ‘ejemplar’ de la memoria, es decir hemos estado más cerca de quedarnos anclados en la particularidad de la violación de los derechos humanos de la dictadura, preocupados de las conmemoraciones, de los sitios y rituales, sin dar un salto más allá, que permita extender el caso concreto que vivimos en los años de dictadura hacia otras situaciones similares que ocurren en el presente, y sobre todo, como reflexiona Todorov, hacia una situación general: un principio de justicia, un ideal político o una regla moral[6]. No es que los ritos, las conmemoraciones y los sitios de memoria no sean importantes; al contrario, han sido fundamentales en el proceso de elaboración de memoria colectiva y en el reconocimiento y reparación de las víctimas y sus familiares, pero es preciso paralelamente extrapolar esa memoria de modo de iluminar el presente. Se trataría aquí de que la memoria de lo ocurrido nos impulsara a actuar en pos de la valoración y defensa de los derechos humanos hoy.

En síntesis, la historia y la memoria de lo ocurrido bajo la dictadura de Pinochet nos muestran que por acción u omisión los ciudadanos somos actores con capacidad de agencia, y que ello, es cierto también en nuestro presente. Podemos ‘usar’ la historia y la memoria en favor de la dignidad y de los derechos humanos que hoy nuevamente han sido vulnerados, convirtiéndonos en agentes de cambio en un escenario en el que el guion no está dado, sino que se va escribiendo día a día.

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Bibliografía

• Steve Stern, Luchando por mentes y corazones Las batallas de la memoria en el Chile de Pinochet. Libro Dos de la trilogía La Caja de la memoria del Chile de Pinochet (Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2013).
• Tzvetan Todorov. Los abusos de la memoria. Barcelona: Paidós, 2000.

Vínculos externos

• INDH, “Informe Anual situación de los derechos humanos en Chile 2019”: https://www.indh.cl/informe-de-ddhh-en-el-contexto-de-la-crisis-social/ (last accessed 15 August 2021).
• Euronews, “HRW acusa a Chile de graves violaciones a los derechos humanos”: https://es.euronews.com/2019/11/27/hrw-acusa-a-chile-de-graves-violaciones-de-los-derechos-humanos (last accessed 15 August 2021).

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[1] Cath Collins y Observatorio DDHH, “Valech II ¿Última instancia de verdad oficial en Chile?” (ponencia taller internacional Justicia Penal y Comisiones de la Verdad como mecanismos transicionales clásicos, Centro de Estudios Legales y Sociales, Argentina, 2012), 3.
[2] Steve Stern, Luchando por mentes y corazones Las batallas de la memoria en el Chile de Pinochet. Libro Dos de la trilogía La Caja de la memoria del Chile de Pinochet (Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2013), 302.
[3] Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria (Madrid: Siglo XX Editores, 2002), 49.
[4] Alvaro Carvajal, Isaac Martín y Alejandra Sánchez, “Reflexiones sobre la función social de la historia: Hobsbawm, Thompson y Kocka,” El futuro del pasado, No. 2 (2011): 271.
[5] Citado en Carvajal, Martín y Sánchez, “Reflexiones sobre la función social,” 272.
[6] Tzvetan Todorov, “Los usos de la memoria” (Conferencia en IDEH-PUCP, 2012),16.

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Créditos de imagen

Museo de la Memoria y los Derechos Humanos in Santiago, Chile © 2014 Tim Adams CC BY 2.0 via Flickr.

Citar como

Nicholls, Nancy: La función de la historia y la memoria en el Chile actual. In: Public History Weekly 9 (2021) 8, DOI: dx.doi.org/10.1515/phw-2021-18869.

Responsabilidad editorial

Catalina Muñoz Rojas

After decades of memory work that sought to guarantee non-repetition, Chileans experienced state repression once again during the mass protests of October 2019. In her contribution, historian Nancy Nicholls Lopeandía reflects on the limits of memory work and suggests that historical knowledge should go further, connect the past with the present, and be a catalyst for action.

Memory Work and Numbers during Transition

The Truth Reports written during the transition to democracy in Chile have established that Pinochet’s dictatorship (1973–1990) systematically violated the human rights of thousands of people. More than 30 years after the end of the dictatorship, and amid the hitherto unprecedented mass protests between October 2019 and February 2020, the state once again violated the human rights of hundreds of people. What happened? What and how much have we learned from the past atrocities that have fractured us as a society?

According to the reports of the National Truth and Reconciliation Commission and of the National Commission on Political Prison and Torture, Pinochet’s dictatorial government disappeared or executed 3.216 individuals, and imprisoned and tortured 38.254.[1]

One of the most complex challenges faced by the governments during Chile’s democratic transition was how to approach human rights. The path chosen by the state was not without stumbling blocks. Also, in pursuing a future based on supposed national unity it was tempting to bury citizens’ memories of the past. Nevertheless, the actions of civil society were fundamental to deciding to face the past, which continued to divide society and remained a lacerating wound for thousands of Chileans.[2] The memory of blood-soaked state repression came to public light, grew stronger, and fueled a narrative that gradually became hegemonic: the recognition of the multiplicity of crimes committed by state agents during Pinochet’s regime. The governments of the transition as well as human rights’ organizations and victims’ associations, who had worked as true “entrepreneurs of memory”[3] during the dictatorship, were fundamental to making the country confront a painful historical reality and slowly begin coming to terms with its past.

2019: What Should not Have Happened

It is evident that the societal fracture caused by the military coup and years of dictatorship cannot be repaired in a short period of time. Further, a renewed respect for human rights implies a process of consciousness raising and learning that takes time. However, it is concerning that after more than three decades after the end of Pinochet’s dictatorship we are facing, once again, the crude reality of human rights violations. One might be tempted to think that both the expressions of memory and the historical knowledge produced about the Chilean past would prevent such crimes from being committed again. But it is clear that these efforts have not sufficed. What has failed? And how can history and memory contribute to the present situation?

Without question, responsibility for the recent human rights violations lies with the state, whose police forces require a profound reform, one that will substantially modify their protocols during demonstrations and mass protests. There is also the contentious matter of the political responsibilities of the current government. Nonetheless, I would like to extend the problem to considering how Chilean society has come to terms with its traumatic past, and what have we learned from this. And in this sense, although we know what happened and have condemned it, we have not made that past the lens through which we can observe and evaluate contemporary challenges in terms of human rights.

The Demonization of the Other

A problematic knot that has emerged in contemporary Chile is the condemnation—or in part also the demonization—of “the other.” This affects mapuche indigenous peoples, anarchists, sexually dissident identities, the police, mestizos, and blacks. The list is not exhaustive. This complex issue is influenced by multiple factors, some of which can be traced to the origins of the republic, and others that have have developed or become heightened in recent decades. The mass protests of October 2019 revealed not only the social and economic problems faced by most Chileans, as well as the weariness towards the inertia and corruption of the political and economic elites. They also showed the racism and classism that have permeated social relations and have caused resentment, anger, and a widespread sense of injustice. Social dialogue is scarce. Rather than configuring itself as unity in difference, Chilean society is an assortment of antagonistic differences. These factions do not come together and conceive of each other as enemies.

Can History and Memory Help Untie the Knot?

Do history and memory have a role to play in this state of affairs? Can they impact the present? One of the functions that has been traditionally assigned to history is to instruct the present through past experiences so those living in the present do not repeat past mistakes. Nevertheless, a knowledge of history alone is not enough. There is no automatic operation that translates historical knowledge into a disposition for action that is conscious of the mistakes made in the continuum of history so as to not repeat them. Hence, let me suggest that one of function of history worth considering is to generate a historical consciousness that can “… help us to acknowledge that the present is not given (…) it is but the fruit of an inconclusive historical process.”[4]

In this vein, we could reflect on how knowing about the systematic human rights violations committed under Pinochet contributes to the present, and how historians might shape that present. For the military, leftist militants and particularly those identified as Marxists were “enemies of the homeland” according to the Doctrine of National Security. Various expressions used by the military to refer those “enemies” (e.g. “Marxist cancer” or “humanoids”) acutely capture their dehumanization. Once dehumanized, there was no obstacle to their elimination, which resulted in death, disappearance, torture, and other aberrant repressive strategies of which we are now aware.

“The other” was not construed as an enemy from one day to another, that is, on September 11, 1973, when Pinochet seized power. It occurred longue durée, involved foundational actors, and took place in a particular international and national context. That past, which, contrary to popular belief, does not repeat itself, holds clues to reading our present and to including it in a much longer history.

That past can show us that construing “the other” as a potential enemy led the state to transgress ethical boundaries, and to commit atrocities in the name of an ulterior common good. A knowledge of that past suggests that none of this was inevitable: on the contrary, the decisions made by the protagonists of the dictatorship—including the military but also civilian collaborators—but also by human rights advocates and members of the resistance, fundamentally defined the course of events. Finally, that past also indicates that passive witnesses who decided to “turn a blind eye” also played a role in violating human rights. As Eric Hobsbawm has stated, a critical approximation of history allows, among others, understanding “what humans can and cannot do,” as well as “comprehending the possibilities that are inside people.”[5] This applies to past events, as well as to present and future ones.

Memory, for its part, contributes to keep alive a past at risk of disappearing. Nonetheless, following Todorov, I believe that in Chile we have made fairly “literal” instead of “exemplary” use of memory. That is, we have tended to adhere to the human rights violations under Pinochet. We have concerned ourselves with commemorations, with the sites of memory, and with rituals of remembrance—without, however, going further and extending past experience to other or similar situations in the present. Above all, as Todorov reflects, we have not taken a step towards a more general principle: that of justice, of a political ideal, or of moral rule.[6] This is not to say that the rituals, commemorations, and sites of memory are unimportant; on the contrary, they have been fundamental to establishing collective memory and to acknowledging and making reparations to the victims and their families. Yet extrapolating that memory is essential to illumining the present. The goal would be to use memory to defend and value human rights today.

In conclusion, history and the memory of what happened under Pinochet’s dictatorship evidence that whether by action or omission, we as citizens are actors, and as such capable of action. This is true also of the present. We can “use” history and memory to defend human dignity and human rights, which are being violated again today. In doing so, we become agents for change in a present whose script is not given but written every day.

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Further Reading

• Steve Stern, Luchando por mentes y corazones Las batallas de la memoria en el Chile de Pinochet. Libro Dos de la trilogía La Caja de la memoria del Chile de Pinochet (Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2013).
• Tzvetan Todorov. Los abusos de la memoria. Barcelona: Paidós, 2000.

Web Resources

• INDH, “Informe Anual situación de los derechos humanos en Chile 2019”: https://www.indh.cl/informe-de-ddhh-en-el-contexto-de-la-crisis-social/ (last accessed 15 August 2021).
• Euronews, “HRW acusa a Chile de graves violaciones a los derechos humanos”: https://es.euronews.com/2019/11/27/hrw-acusa-a-chile-de-graves-violaciones-de-los-derechos-humanos (last accessed 15 August 2021).

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[1] Cath Collins and Observatorio DDHH, “Valech II ¿Última instancia de verdad oficial en Chile?” (paper presented at the international workshop “Justicia Penal y Comisiones de la Verdad como mecanismos transicionales clásicos”, Centro de Estudios Legales y Sociales, Argentina, 2012), 3.
[2] Steve Stern, Luchando por mentes y corazones Las batallas de la memoria en el Chile de Pinochet. Libro Dos de la trilogía La Caja de la memoria del Chile de Pinochet (Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2013), 302.
[3] Elizabeth Jelin, State Repression and the Labors of Memory. Minneapolis: University of Minnesota Press, 2003, 33.
[4] Alvaro Carvajal, Isaac Martín and Alejandra Sánchez, “Reflexiones sobre la función social de la historia: Hobsbawm, Thompson y Kocka,” El futuro del pasado No. 2 (2011): 271.
[5] Cited in Carvajal, Martín and Sánchez, “Reflexiones sobre la función social,” 272.
[6] Tzvetan Todorov, “Los usos de la memoria” (Conferencia en IDEH-PUCP, 2012), 16.

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Image Credits

Museo de la Memoria y los Derechos Humanos in Santiago, Chile © 2014 Tim Adams CC BY 2.0 via Flickr.

Recommended Citation

Nicholls, Nancy: The Role of History and Memory in Contemporary Chile. In: Public History Weekly 9 (2021) 8, DOI: dx.doi.org/10.1515/phw-2021-18869.

Editorial Responsibility

Catalina Muñoz Rojas